V16 Tipo C (1936)
Con su peculiar carrocería aerodinámica, realizada en aluminio y su color plateado que reflejaba el cielo en sus flancos, el V16 Tipo C fue especialmente preparado para las carreras en autódromos peraltados, los únicos que permitían seguir a la misma velocidad en las curvas y sentir fuertemente la gravedad. Montado sobre el bastidor del tipo C, con un motor de seis litros repartidos en dieciséis cilindros, compresor y una potencia máxima de 520 CV, su carrocería con coeficiente Cx de 0,237 garantizaba una velocidad punta de más de 400 km/h.
El 30 de mayo de 1937, Rosemeyer consiguió la vuelta rápida con este bólido plateado a 276,4 km/h de media, más aún que sus rivales de Mercedes, cuyos motores tenían más de 600 CV. El Auto Union tenía la ventaja de su estructura con motor central, lo que ofrecía una mejor aerodinámica al poder rebajar el frontal del vehículo. Además, la posición del motor tras el conductor también permitía reducir la fuerza ascensional sobre el eje delantero, haciendo que el coche se agarrase más al asfalto.
Rosemeyer no venció en el circuito berlinés, ya que algunos problemas con los neumáticos le obligaron a dejar paso a sus rivales. Poco después ganó la carrera de Eifel, y el entonces director de carreras de Auto Union, Karl Feuereisen, decidió conseguir todos los récords mundiales de velocidad posibles. Rosemeyer alcanzó 389,6 km/h en la milla lanzada, obteniendo otro récord. pero aún no era suficiente. En octubre de 1937, los técnicos de Auto Union aumentaron el diámetro de los pistones y alcanzaron 545 CV. De paso, mejoraron la aerodinámica de la carrocería y prepararon el automóvil para batir más récords. La idea cuajó, Rosemeyer superó un récord tras otro y llegó tres días después a la escalofriante velocidad de 406 km/h en el kilómetro lanzado.
Una vez llegado al Olimpo de los triunfos, Auto Union y Mercedes se enzarzaron en una lucha apoteósica, ya que los dos equipos querían demostrar su supremacía en las pistas. El 28 de enero de 1938 se enfrentaron en la autopista de Darmstadt, y en la tercera vuelta el coche de Rosemeyer recibió un golpe de viento cuando circulaba a 434 km/h. Los esfuerzos del piloto por corregir la trayectoria del coche no dieron resultado, y Rosemeyer murió en el acto cuando el bólido empezó a dar vueltas de campana.
Con este modelo Bernd Rosemeyer, el joven piloto alemán, no tenía miedo a la velocidad y afirmaba que "batir récords de velocidad es algo sencillo, está chupado. No dependes de las tonterías de otros conductores, tú mismo estás solo con la máquina".