Terminada la segunda guerra mundial, la industria del automóvil en Estados Unidos estaba lista para empezar de nuevo con la producción de vehículos de uso civil. Atrás quedaban tres largos años en los que la gente no podía comprar modelos nuevos ya que durante ese tiempo había desaparecido la oferta de vehículos.
Mientras, la demanda estaba expectante y creciendo a la espera de los nuevos productos que se fabricarían en las plantas que en aquellos años habían dedicado su capacidad de producción a suministrar material de guerra.
Los primeros modelos aparecidos, eran muy similares a los que se produjeron antes del conflicto bélico. Por esa razón la gente esperaba vehículos verdaderamente nuevos y no sólo maquillados.
Un personaje ligado a la industria del automóvil vislumbró un gran negocio, su nombre Preston Thomas Tucker. Tucker, había sido antiguo empleado de Cadillac, Ford, Studebaker, Stutz y Chrysler, lo que le otorgó grandes conocimientos sobre automóviles, su mercado y sistemas de venta.
Con un perfil profesional pulido, sumado a su iniciativa y astucia, Tucker decidió que iba a construir un coche verdaderamente nuevo y original. Utilizando sus dotes comerciales, empezó a reunir el dinero para llevar a cabo su proyecto.
El Gobierno, le alquiló una gran fábrica en Chicago que anteriormente había producido motores para los aviones B-29.
Un diseñador inconformista, Alex Tremulis, que trabajó como jefe de diseño en Cord hasta la desaparición de la marca en 1936, fue el encargado de perfilar en poco tiempo la carrocería. Tucker trabajaba a contratiempo, sus acreedores e inversores esperaban resultados pronto.
Tucker, trabajando de la mano de sus ingenieros y de su equipo de diseñadores, pensaba en un coche muy seguro, fuerte y espacioso donde pudieran viajar cómodamente 6 jugadores de fútbol americano, además debería ser un vehículo muy potente. Diseñó suspensiones independientes para las cuatro ruedas, motor trasero de 6 cilindros, con inyección mecánica de gasolina, refrigerado por aire y frenos de disco.
Las suspensiones funcionaron muy bien desde el principio, el motor no tanto, producía muy poca potencia y debió ser sustituido por un motor Franklin usado en helicópteros pequeños, y no refrigerado por aire sino por agua, que producía 166 HP en lugar de los 88 HP del motor inicial.
Los frenos de disco, ideados partiendo del diseño de los que se utilizaban en algunos aviones, mostraron poca eficacia y el sistema debió ser reemplazado por las tradicionales campanas.
La caja de cambios automática fue diseñada por el mismo ingeniero que ejecutó la Dynaflow usada en los Buick, con la ventaja de que el sistema creado para el Tucker (Tuckermatic) usaba únicamente 27 piezas en lugar de las 120 habituales en este tipo de cajas. Además el conjunto mecánico estaba anclado con sólo 4 tornillos, para permitir un montaje y desmontaje muy rápido y sencillo.
La seguridad abarcaba 67 aspectos diferentes, en el tablero hizo poner un tablero de instrumentos acolchado, botones de mando fabricados en materiales no tan rígidos y ubicados detrás del volante, únicamente al alcance del conductor, y para evitar lesiones a los ocupantes, adicionalmente pensó en cinturones de seguridad, pero fue persuadido con el argumento de que el comprador pensaría que estaba comprando un coche peligroso.
La carrocería era muy aerodinámica, contaba con 4 puertas y en la parte frontal sobresalía un tercer faro central que giraba con el volante, para la utilización en carreteras de montaña, esta era su respuesta a un estudio que se acababa de dar a conocer, en el que se afirmaba que el 65% de los accidentes en carretera durante la noche, se debían a la falta de iluminación en el momento en que se tomaba una curva.
El entusiasmo de Preston Tucker por su proyecto le animó a quemar etapas, y así el 19 de junio de 1947 presentó su modelo al público norteamericano mediante un espectáculo similar al de una nominación presidencial.
La necesidad de fondos llevó a Tucker a buscar más dinero para continuar con el trabajo, para ello empezó a vender franquicias a los futuros concesionarios, e ideó un plan para comercializar accesorios para los coches Tucker (radios, maletas para viaje y tapicerías para los asientos).
Logró su objetivo, pero esto despertó las sospechas de la SEC (Comisión de seguridad e Intercambios del gobierno norteamericano) que inició una investigación, que algunos afirman fue instigada por los Tres Grandes (Ford, Chrysler y General Motors) que temían el éxito del Tucker.
Además, para agravar la situación, la investigación y los sumarios fueron filtrados a la prensa, haciendo hincapié en ciertos aspectos del trabajo de producción del coche que no funcionaban muy bien, o en la calidad y fiabilidad del coche, sin tener en cuenta que no eran modelos definitivos sino prototipos. Todo esto produjo una situación de pánico entre compradores potenciales, concesionarios, proveedores y accionistas, que veían peligrar sus intereses. La planta fue cerrada y sus empleados despedidos.
Tucker fue llamado a juicio y finalmente absuelto, pero el mal estaba hecho, su fábrica y sus activos fueron embargados, únicamente se llegaron a fabricar 51 Tucker Torpedo 1948.
Muchos expertos coincidían que si a Tucker le hubieran permitido trabajar y producir su novedoso y revolucionario automóvil, hubiera cambiado la historia y habría hecho tambalear a los grandes y tradicionales fabricantes de automóviles de Detroit.
Preston Tucker intentó establecerse en Brasil, allí se propuso construir el modelo Carioca apoyado por inversores locales, pero esto nunca sucedió, ya que murió de cáncer de pulmón en 1956.
En 1988 Francis Ford Coppola, llevó al cine la historia de Tucker y de su automóvil, la cinta fue protagonizada por Jeff Bridges, y llevó el nombre de Tucker, el hombre y su sueño.